Una señora, al caminar por la ciudad se extravió entre unas calles
distintas que no reconocía haber pasado por ellas. Viendo unas casas muy lindas
se quedó contemplándolas percatándose de que en una de ellas había un pequeño
letrero de que solicitaban una empleada doméstica para limpieza y cuidado
durante los fines de semana. La señora que estaba desempleada, en ese momento
aprovechó la oportunidad subiendo a la galería e inmediatamente al tocar la
puerta, le contestó una voz de anciana “Venga el viernes, el trabajo es
suyo” La señora sorprendida de lo rápido
que le contestaron le afirmó “Muchas gracias, aquí estaré” Al salir de la calle,
pronto supo donde estaba y se marchó contenta.
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Ese
viernes la señora quiso buscar la calle donde estuvo, pero no la encontró con
facilidad. En un momento de distracción observó a lo lejos la casa gris donde
estuvo a principios de semana y se dirigió con su funda de almohada llena de
sus ropas. Al subir la galería se encontró con una nota donde se le explicaba
“Doña, nos fuimos, abra la puerta y siéntase en su casa. Llegamos el domingo”
La señora lentamente abrió la puerta, descubriendo el mundo oscuro que reinaba
dentro de la casa. Poca luz y un ambiente frío. Muebles viejos, cuadros
antiguos, vitrinas y adornos antiquísimos. La señora gradualmente iba viendo
todo el polvo que arropaba dicha vivienda y se dijo a sí misma “Para limpiar
esto, tendría que quedarme eternamente”.
Luego
de inspeccionar la vivienda salió a la galería y observó que a su derecha había
un taller eléctrico y su izquierda un colmado. Pocas casas residenciales
quedaban por esa extraña y olvidada calle. En el taller los ruidos eran fuertes,
entre choques de metales, chispas eléctricas y bachata de viejos tiempos. El
colmado era más ruidoso, el bullicio de los clientes solicitando los productos
necesarios y las carcajadas del que despachaba las mercancías. La Doña fue sintiendo
más confianza en aquella galería viendo como todo a su alrededor le fue
agradando lentamente y así de una vez por todas entró a la casa a trabajar.
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El día
pasó bien rápido hasta que llegó la noche y todos en la calle se marcharon. La
electrónica cerró e igual el colmado. La oscuridad atrapó la calle y la señora
se dio cuenta de que no habían bombillos, ni nada eléctrico en la casa, solo
lámparas. Las encendió, una en la habitación principal y la otra en la sala. Por
primera vez en muchos años la señora sintió algo distinto en su pensar. Llegó
el miedo en plena noche, en una casa extraña, y oscura. El silencio absoluto de
la calle le llamó la atención, asomándose por los cristales de la puerta, no
vio a nadie caminar, ni siquiera el viento soplaba y así se quedó. Desde afuera
se podía notar su figura de entre las luces que traspasaban los cristales por
la lámpara.
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Entre aquel silencio las luces interiores fueron creciendo de una forma
inexplicable. Desde la galería se podía sentir salir un calor y un olor extraño.
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La
extraña luz dentro de la casa era tan fuerte que podía salir incluso por el
borde de la puerta de entrada y la vez una vibración aumentando lentamente.
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Al día siguiente al amanecer todo fue como de costumbre para la calle. En la electrónica trabajaban
con sus chispazos de ruidos de metales , el colmado lleno de clientes con
necesidades hambrientas, las carcajadas del pulpero y entre estos, el solar
donde una vez estuvo la casa. La señora había desaparecido para siempre. La
casa gris se la llevó a otro tiempo como a las otras personas desaparecidas que
en diferentes formas se fueron.